jueves, septiembre 22, 2005

René


Hay un niño de piel canela y ojos inmensos que me mira desde el fondo de mi corazón. René tiene cinco años, y se me coló en el alma hace siete meses, en la Plaza de Armas de su ciudad, la más bonita que jamás he conocido.

El Cusco tiene angostas calles de piedras milenarias, muros increíblemente perfectos levantados allí por sus antepasados, con una técnica misteriosa que nadie ha sido capaz de recrear.

Hace quinientos años los conquistadores intentaron competir arquitectónicamente levantando paredes, que muy lejos de parecerse a las originales, los habitantes del Cusco muestran con una sonrisa pícara: “Éste es el muro de los Incas y éste, el Muro de los Incapaces”.

René recorre la Plaza de Armas a las dos de la madrugada de la mano de su hermana, dos años mayor. En sus manos porta llamitas y cóndores de lana a modo de souvenir, a la espera de que algún gringo le de un dólar o un euro por su preciada mercancía. Si le preguntas, te cuenta que sus padres están en Machu-Pichu trabajando. No, mañana no va a faltar a la escuela; Sí, tiene sueño, pero le da miedo estar sólo en casa. Es que tienen que trabajar, necesitan comprar cuadernos y lápices para la escuela...

René tiene razonamientos de adulto a sus cinco recién cumplidos, y no se pregunta por qué anda por las calles trabajando en lugar de jugar y dormir, como haría un niño nacido en otro lugar.

Yo sí me lo pregunté y cuando conseguí sacarme el nudo de la garganta grité a la Historia, a los gobernantes, al norte del que venía, con sus naciones de aluminio, petróleo y silicona... Sacudí la rabia a golpe de euro y cuando me serené, me juré a mi misma no olvidarme de René ni de su gente.

Cierro los ojos y veo verdes montañas y valles sagrados con gentes de sonrisas multicolores y abrazos sinceros. Dan la bienvenida al mundo; te dan su mano, su pan, su casa y te enseñan de la vida...

miércoles, septiembre 21, 2005

Malena es un nombre de Tango


Todos los veranos recojo animales.
Mi familia dice que tengo un imán, no sé si será así, pero sorprendentemente me encuentro pajarillos caídos de sus nidos, perros abandonados, gatitos caseros que no se adaptan al contenedor de basura...
Este verano ha sido una gata blanca. Se plantó en mitad de la carretera deslumbrada, y en cuanto me acerqué desplegó todas sus habilidades en materia de conquista. Ante las evidencias de que no era una gatita callejera no me opuse a sus encantos y le abrí la puerta del coche pensando en llevarla de vuelta a su hogar a la mañana siguiente.
Me la imagino fundida en eterno ronroneo con sus amos en el momento de recuperarla. Así que la llevo al veterinario para que le lean el micro-chip y puedan localizarles... Vaya, no lo había pensado... no está identificada. “... hay mucha gente que no identifica a los gatos... pero con semejante collar sus dueños la deben querer mucho, estarán deseando recuperarla...”
Confundida tomo a la gata de nuevo y la llevo a casa a hacerle una sesión de fotos. No hay manera de que sonría. Malena (la llamo), en su aristocrático collar azul con diamantitos, alberga una sorprendente expresión de tristeza a la vez que de enfado. He de reconocer que no me esperaba de un gato un semblante tan claro y expresivo.
Imprimo carteles con foto y todo: “Encontrada gata, ojos azules,...” y los distribuyo por tiendas de animales, clínicas veterinarias, farolas, paradas de autobús, supermercado... Ahora sin duda, sus dueños van a aparecer "cunita gatuna" en mano, para llevarse a la dulzura de vuelta a casa. Y final feliz.
* ♪ * ♪ *
“Malena es un nombre de Tango...” y parece que no me equivoqué al llamarla así. Mi preciosa felina comienza a hacer honores del nuevo nombre ante su evidente abandono... He descubierto que una mano misteriosa está arrancando y destruyendo mis carteles, y con ellos mis esperanzas y mi confianza en el ser humano.

Los diamantes del collar de Malena pierden brillo a la misma velocidad que sus ojos. Arrancar carteles es tan fácil como arrancarla a ella del sofá y empiezo a preguntarme si la tripita de Malena no empieza a estar sospechosamente abultada, y si a finales de septiembre no alumbrará una camada de tangos tan tristes como ella.
[...] Tus tangos son criaturas abandonadas
que cruzan sobre el barro del callejón,
cuando todas las puertas están cerradas
y ladran los fantasmas de la canción.
Malena canta el tango con voz quebrada,
Malena tiene pena de bandoneón [...]
Malena (Lucio Demare / Homero Manzi)

Recuerdos I


Sentada en mi mesa de estudio observo figuras anaranjadas, que el otoño dibuja en las paredes de la habitación.

Frente a mí, los ríos de España no se dejan memorizar. Malvados me transportan a paisajes primaverales con pueblecito rural, árboles con cabañas, campos por los que correr... -El río Duero nace en los Picos de Urbión -. Repito por enésima vez.

Por la ventana de mis ocho años se ve caer el sol tras las montañas. Se lleva un día más los dictados, castigos y oraciones de monjas inmaculadas; en mi cajita de madera me guardo los cromos, risas y confidencias de amigas, que con los años guardaré en la cajita de la memoria y el corazón. La lluvia otoñal oscurece el horizonte donde el sol se marcha a toda prisa. -Pasa por Soria, Toro y Zamora... Afluentes por la izquierda: Tormes, Eresma y Duratón...- Recito angustiada.

Mi falta de atención e interés por el estudio una vez más me juegan una mala pasada. Tengo ganas de llorar, y las gotas de lluvia que se deslizan por el cristal no hacen más que empeorar las cosas. Mi madre se asoma y me pregunta que tal voy. No hace falta que le conteste, con mirarme la cara sabe lo que está pasando en la habitación. Mis ojos se agrandan llenos de agua y mi boca diminuta pronuncia: -El Duero vierte sus aguas al Océano Atlántico, por Oporto, al norte de Portugal-. Mi madre me da ánimos y me sugiere que empiece con el río Tajo, que en un ratito viene a preguntarme.

Le hago caso. El Tajo pasa más cerca de mi ciudad, me será más fácil recordarlo. El Tajo se me atraviesa tanto o más que el Duero, y ahora que ha parado de llover tengo ganas de salir volando como los gorriones que se secan las alitas en el alfeizar. Tanta agua de río me está ahogando y mañana voy a suspender el examen de Geografía.

Me echo a llorar.

Mi madre sabe consolarme. Le explico que mi mente me traiciona y se va a dar un paseo cada vez que trato de memorizar. Me ahogo en sollozos, y ella, se conmueve y secándome la cara me dice que no llore, que esto que me parece tan importante ahora, algún día será una anécdota, un recuerdo lejano que aunque no lo crea, hasta me arrancará una sonrisa. – Te lo prometo. Esto también pasará...-

Olvidé los afluentes del Duero por la derecha. Pero el mensaje de mi madre no me falla nunca. Cuando alguna vez me ahogo en un afluente de la vida, me repito, segura de que es cierto:

“Te lo prometo. Esto también pasará...”