Cuántas noches preguntando a las estrellas.
A la luna llena.
Al crepitar del fuego.
Al vuelo de las aves.
Al futuro, por tí.
Cuantas salidas nocturnas.
Cuantas salidas nocturnas.
Travesuras.
Páginas en la factura del teléfono.
Atracones solitarios.
Mentiras y cortes de pelo.
Cuántos libros devorados hasta el amanecer.
Y cuántas manos sucias directas al pan.
Miles, millones, trillones de horas, días, años.
Miles, millones, trillones de horas, días, años.
De velas consumidas.
De kilómetros y millas aéreas.
De cervezas con Doritos.
Compras compulsivas.
Caminatas nocturnas por el centro de Madrid.
Lágrimas de San Lorenzo borrosas por las mías propias.
Todas y cada una de esas horas.
Todas y cada una de esas horas.
Cada día, cada año.
Cada tropiezo, cada golpe.
Cada kilo de más y de menos.
Cada mesa de oficina agujereada por mis dioptrías.
Cada cajón repletos de fotos con miradas huecas.
Cada línea escrita a seres sin orejas.
Todas y cada una de esas horas las viviría de nuevo si tuviera la certeza de que al final del camino me esperas tú.
Todas y cada una de esas horas las viviría de nuevo si tuviera la certeza de que al final del camino me esperas tú.