miércoles, septiembre 21, 2005

Recuerdos I


Sentada en mi mesa de estudio observo figuras anaranjadas, que el otoño dibuja en las paredes de la habitación.

Frente a mí, los ríos de España no se dejan memorizar. Malvados me transportan a paisajes primaverales con pueblecito rural, árboles con cabañas, campos por los que correr... -El río Duero nace en los Picos de Urbión -. Repito por enésima vez.

Por la ventana de mis ocho años se ve caer el sol tras las montañas. Se lleva un día más los dictados, castigos y oraciones de monjas inmaculadas; en mi cajita de madera me guardo los cromos, risas y confidencias de amigas, que con los años guardaré en la cajita de la memoria y el corazón. La lluvia otoñal oscurece el horizonte donde el sol se marcha a toda prisa. -Pasa por Soria, Toro y Zamora... Afluentes por la izquierda: Tormes, Eresma y Duratón...- Recito angustiada.

Mi falta de atención e interés por el estudio una vez más me juegan una mala pasada. Tengo ganas de llorar, y las gotas de lluvia que se deslizan por el cristal no hacen más que empeorar las cosas. Mi madre se asoma y me pregunta que tal voy. No hace falta que le conteste, con mirarme la cara sabe lo que está pasando en la habitación. Mis ojos se agrandan llenos de agua y mi boca diminuta pronuncia: -El Duero vierte sus aguas al Océano Atlántico, por Oporto, al norte de Portugal-. Mi madre me da ánimos y me sugiere que empiece con el río Tajo, que en un ratito viene a preguntarme.

Le hago caso. El Tajo pasa más cerca de mi ciudad, me será más fácil recordarlo. El Tajo se me atraviesa tanto o más que el Duero, y ahora que ha parado de llover tengo ganas de salir volando como los gorriones que se secan las alitas en el alfeizar. Tanta agua de río me está ahogando y mañana voy a suspender el examen de Geografía.

Me echo a llorar.

Mi madre sabe consolarme. Le explico que mi mente me traiciona y se va a dar un paseo cada vez que trato de memorizar. Me ahogo en sollozos, y ella, se conmueve y secándome la cara me dice que no llore, que esto que me parece tan importante ahora, algún día será una anécdota, un recuerdo lejano que aunque no lo crea, hasta me arrancará una sonrisa. – Te lo prometo. Esto también pasará...-

Olvidé los afluentes del Duero por la derecha. Pero el mensaje de mi madre no me falla nunca. Cuando alguna vez me ahogo en un afluente de la vida, me repito, segura de que es cierto:

“Te lo prometo. Esto también pasará...”

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