jueves, agosto 23, 2007

Recuerdos II


Hubo un tiempo en que habitaba la copa de los árboles.

A los diez aparqué la bici bajo un árbol, que con voz profunda me decía: “trépame, trépame...” Cautivada por la panorámica decidí poner todo mi empeño en acondicionar la copa, hasta convertirla en el perfecto lugar de veraneo. Cortaba ramas y las subía exprimiendo al máximo el vaso de leche con galletas del desayuno, y con destreza las colocaba en forma de cama de rama a rama.

Trasladé a mi nuevo hogar libros, tebeos, y cualquier entretenimiento con tal de no bajar a tierra firme. Y así en “volandas”, pasé las vacaciones entre reprimendas paternales, quienes no terminaban de ver bien que pasara tanto tiempo fuera de casa.

Al final del verano mi familia lo tenía asumido de tal modo, que mandaban a mi hermana con la merienda y de paso para asegurarse que seguía viva. Llegado Septiembre no fue fácil hacerme comprender que tenía que abandonar mi casa para ponerme el uniforme y regresar a mis libros “Santillana”, a las misas de los jueves...

Aquel invierno utilicé mi árbol para evadirme en las clases de Matemáticas de “la Baranda” y cuando llegó la primavera corrí a asegurarme que mi nido seguía allí.

Llegado Junio lo restauré y volví a treparme a las alturas con mi rebeldía y mis bártulos a la espalda. Pero una vez instalada comprobé horrorizada que algo no marchaba bien: la Magia que me envolvía un año atrás se estaba evaporando entre las hojas de mi árbol, y poco a poco empecé a abandonarlo para dedicarme a otras cosas.

Entonces vi a mi alrededor miradas de nostalgia que comentaban mi estirón y la evidencia de que inevitablemente me hacía mayor.

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